viernes, 1 de marzo de 2024

CREA EN MÍ UN NUEVO CORAZÓN

 PALABRA DE VIDA                               marzo 2024

 


«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,

renueva en mi interior un espíritu firme»

(Sal 51, 12)

 

La frase de la Escritura que se nos propone en este tiempo cuaresmal forma parte del salmo 51, donde encontramos, en el versículo 12, una invocación ardiente y humilde: «Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme». El texto que la contiene es conocido como el Miserere. En él, la mirada del autor empieza explorando los escondrijos del alma humana para captar sus fibras más profundas, las de nuestra profunda ineptitud frente a Dios y, a la vez, el insaciable anhelo de plena comunión con Aquel de quien procede toda gracia y misericordia.

 

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme».

 

El salmo se inspira en un episodio muy conocido de la vida de David. Este, llamado por Dios a cuidar del pueblo de Israel y a guiarlo por los caminos de la obediencia a la Alianza, transgrede su misión: después de haber cometido adulterio con Betsabé manda matar en batalla al marido de aquella, Urías el hitita, oficial de su ejército. El profeta Natán le desvela la gravedad de su culpa y lo ayuda a reconocerla. Es el momento de confesar su pecado y reconciliarse con Dios.

                                              

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme».

 

El salmista pone en boca del rey invocaciones muy fuertes pero que brotan de su arrepentimiento profundo y de la total confianza en el perdón de Dios: «borra», «lávame», «purifícame». En el versículo que nos interesa, usa en particular el verbo «crea» para indicar que la completa liberación de las debilidades del hombre únicamente es posible para Dios. Es la consciencia de que solo Él puede hacernos criaturas nuevas de «corazón puro», llenarnos de nuevo de su espíritu vivificante, darnos la verdadera alegría y transformar radicalmente nuestra relación con Dios (el «espíritu firme») y con los demás seres vivos, con la naturaleza y con el cosmos.

 

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme».

 

¿Cómo poner en práctica esta palabra de vida? El primer paso será reconocernos pecadores y necesitados del perdón de Dios, con una actitud de ilimitada confianza en Él.

Puede ocurrir que nuestros errores recurrentes nos desalienten, nos encierren en nosotros mismos. Entonces es necesario dejar entreabierta, al menos un poco, la puerta de nuestro corazón. Escribía Chiara Lubich al inicio de los años 40 a una persona que se sentía incapaz de superar sus miserias: «Hace falta quitarse del alma cualquier otro pensamiento. Y creer que Jesús se ve atraído a nosotros solo por la exposición humilde, confiada y amorosa de nuestros pecados. Nosotros, por nosotros mismos, no tenemos ni hacemos otra cosa que miserias. Él, por sí mismo y con respecto a nosotros, no tiene más que una cualidad: la Misericordia. Nuestra alma solo se puede unir a Él ofreciéndole como regalo, como único regalo, ¡no nuestras virtudes sino nuestros pecados! […] Si Jesús vino a la tierra, si se hizo hombre, si algo ansía […] es solo ¡hacer de Salvador, hacer de Médico! Nada más desea»[1].

 

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme».

 

Luego, una vez liberados y perdonados, y contando con la ayuda de los hermanos –porque la fuerza del cristiano viene de la comunidad–, pongámonos a amar concretamente al prójimo, quienquiera que sea. «Lo que se nos pide es ese amor mutuo a base de servicio, de comprensión y participación en los dolores, las ansias y alegrías de nuestros hermanos; ese amor que todo lo cubre, que todo lo perdona, propio del cristiano»[2].

Y el papa Francisco dice: «El perdón de Dios […] es el signo más grande de su misericordia. Un don que cada pecador perdonado está llamado a compartir con cada hermano o hermana con quien se encuentra. Todos aquellos que el Señor nos ha puesto al lado –los familiares, los amigos, los compañeros, los parroquianos…–, todos, como nosotros, necesitan la misericordia de Dios. Es bonito recibir el perdón, pero también tú, si quieres ser perdonado, debes a tu vez perdonar. ¡Perdona! […] para ser testigos de su perdón, que purifica el corazón y transforma la vida»[3].

 

AUGUSTO PARODY y el equipo de la Palabra de vida



[1] C. Lubich, El primer amor. Cartas de los inicios (1943-1949), Ciudad Nueva, Madrid 2011, pp. 122-123.

[2] C. Lubich, Palabra de vida, mayo de 2002: Ciudad Nueva 387 (5/2002), p. 24.

[3] Francisco, Audiencia general, 30-3-2016: La ternura de un Padre. Catequesis en el Año Santo de la Misericordia, Ciudad Nueva, Madrid 2016, p. 101.

miércoles, 31 de enero de 2024

NADA HAY PEQUEÑO DE LO QUE SE HAGA POR AMOR

 PALABRA DE VIDA                              febrero 2024

 

«Haced todo con amor» 

(1 Co 16, 14)[1]

 


Este mes nos dejamos iluminar, como luz para nuestro sendero (cf. Sal 119, 105), de la palabra y de la experiencia del apóstol Pablo.

Él nos anuncia también a nosotros, como a los cristianos de Corinto, un mensaje fuerte: el núcleo del Evangelio es la caridad, el ágape, el amor desinteresado entre hermanos.

Nuestra Palabra de vida forma parte de la conclusión de esta carta, en la que la caridad es abundantemente recordada y explicada en todos sus matices: es paciente, servicial, ama la verdad, no busca su interés (1 Co 13)…

El amor mutuo, vivido así en la comunidad cristiana, es bálsamo para las divisiones que siempre la amenazan y signo de esperanza para toda la humanidad.

 

«Haced todo con amor».

 

Es impactante que Pablo exhorte a actuar (en el texto griego) «estando en el amor», como indicando una condición estable, un permanecer en Dios, que es Amor.

Pues ¿cómo podríamos acogernos mutuamente y acoger a cada persona con esta actitud, si no es reconociendo que primero somos amados por Dios, incluso en nuestras debilidades?

Esta conciencia renovada es la que nos permite abrirnos sin miedo a los demás para entender sus necesidades y ponernos a su lado, compartiendo recursos materiales y espirituales.

Miremos cómo actuó Jesús; él es nuestro modelo.

Él siempre fue el primero en dar: «[…] la salud a los enfermos, el perdón a los pecadores, la vida a todos nosotros. Al instinto egoísta de acaparar opone la generosidad; al concentrarnos en nuestras propias necesidades, la atención al otro; a la cultura del poseer, la del dar. No cuenta si podemos dar mucho o poco. Lo que importa es cómo damos, cuánto amor ponemos hasta en un pequeño gesto de atención al otro. […] El amor es esencial, porque sabe acercarse al prójimo incluso con un simple gesto de escucha, de servicio, de disponibilidad. ¡Qué importante […] es tratar de ser el amor para cada uno! Encontraremos el camino directo para entrar en su corazón y aliviarlo»[2].

 

«Haced todo con amor».

 

Esta Palabra nos enseña a acercarnos a los demás con respeto, sin falsedad, con creatividad, dejando espacio a sus mejores aspiraciones, para que cada uno pueda dar su aportación al bien común.

Nos ayuda a valorar cada ocasión concreta de nuestra vida diaria: «[…] las tareas domésticas, del campo o del taller, los trámites administrativos, los deberes del colegio o las responsabilidades en el campo civil, político y religioso. Todo puede transformarse en servicio atento y solícito»[3].

Podríamos imaginarnos un mosaico del Evangelio vivido con sencillez.

Escriben unos padres: «Cuando una vecina nos dijo, angustiada, que su hijo estaba en la cárcel, aceptamos ir a visitarlo. Ayunamos el día antes de ir, esperando tener la gracia de decirle lo que convenía. Después pagamos la fianza para liberarlo»[4].

Un grupo de jóvenes de Buea (Camerún suroccidental) organizó una recogida de fondos para ayudar a los desplazados internos a causa de la guerra[5]. Visitaron a un hombre que había perdido un brazo en la huida. Convivir con esta discapacidad se convirtió para él en un gran reto, pues sus hábitos cambiaron drásticamente. «Nos dijo que nuestra visita le había dado esperanza, alegría y confianza. Sintió el amor de Dios a través de nosotros», nos cuenta Regina. Añade Marita: «Después de esta experiencia estoy convencida de que nada es demasiado pequeño si se hace por amor… No hace falta más: el amor es el que mueve el mundo. ¡Comprobémoslo!».

 

Letizia Magri y el equipo de la Palabra de vida

 

 



[1] Para este mes proponemos la Palabra de vida que un grupo de cristianos de Alemania de distintas Iglesias han elegido para vivir a lo largo de todo el año.

[2] C. Lubich, Palabra de vida, octubre 2006, en Ciudad Nueva n. 435 (10/2006), p. 22.

[3] Ibid.

[4] S. Pellegrini, G. Salerno, M. Caporale (eds.), Una transformación silenciosa. Testimonios de familias de todo el mundo sobre Amoris laetitia, Ciudad Nueva, Madrid 2022, p. 84.

[5] Texto adaptado de: unitedworldproject.org/es/workshop/camerun-compartir-con-los-desplazados/.


ORAR Y AMAR

 VIDA DE LA PALABRA                               últimas semanas de ENERO

 

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de enero («Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», Lc 10, 27) y la de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18): 

1.-        Ha habido multitud de pequeñas oportunidades que, aunque sean una minucia, “nada hay pequeño de lo que hagas por amor”, te comparto alguna de ellas.

            Siendo la Semana de Oración por la unidad de los Cristianos, recordé que hay una cafetería regentada por personas ortodoxas, así que fui una mañana a saludar y tomar algo. Les dio mucha alegría y me invitaron. Estuvimos charlando amigablemente un ratillo y me dijeron que fuera más a menudo y que, una de esas veces, bendijera el local.

 

1b.-     Por la apretura de horarios, me es difícil acudir a compromisos imprevistos. Una mañana me escribe un whatsapp un religioso comunicando, (aunque nos conocemos poco), que había fallecido su padre. Además de rezar en ese momento por su padre y mandarle un mensaje de condolencia a él, intuí por su mensaje como que esperaba que fuese yo al tanatorio. No podía yo ir a concelebrar con él por absoluta dificultad de mi horario y ese día el único rato que tenía yo, (cené a las 24:00), era nada más que el de después de comer, (ya me gustaría en otras ocasiones similares al menos disponer de ese rato, pero a veces ni eso, y menos cuando hay muchos kilómetros; y he quedado mal con gente, aunque no ha faltado mi oración en la distancia).

Así que, me propuse ir, aunque me iba a tragar el atasco de la operación salida, (de hecho los poco más de 20 minutos de coche se convirtieron casi en el doble; a mi vuelta hubo también, pero no tanto).

Es una obra de misericordia, un acto de amor, rogar por los difuntos, aunque lo podía hacer desde donde yo estuviera, pero también el acompañar a la familia. Su cuñada se sorprendió gratamente; su hermano, el marido de esta, (ateo), no tanto, y lo agradeció mucho y estuvo muy amable. Y él se sintió acompañado y me pidió que dirigiera yo un rato de oración ante el difunto. Volví contento.

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de enero («Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», Lc 10, 27), la de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18) y la de noviembre («Pues todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas», 1 Ts 5, 5):

1.-        “gracias por lo que me mandas, pues me ayuda mucho a ir adelante y las experiencias me hacen vivir y estar atenta.

 

2.-        “ayer, mientras trabajaba… alguien… me dijo: “uffff, esa postura que tienes es perjudicial para el cuello: deberías colocar algo debajo del ordenador para que esté más alto y la pantalla quede a la altura de los ojos”.

Agradecí… y… fui en busca de una caja para elevar el portátil. Ciertamente, al trabajar con la pantalla a una altura más adecuada, mi cuello lo agradeció.

Hoy, he vuelto a colocar el ordenador, utilizando esta vez dos paquetes de folios como soporte. Mientras miraba la pantalla recordé el salmo que leí ayer: "portones, alzad la cabeza, va a entrar el Rey de la Gloria". También resonaban en mi mente las palabras de Santa Teresa: “La puerta para entrar en el castillo es la oración”.

¡Ahí estaba la clave! ¡Ahora lo entendí!: yo también necesitaba un soporte. Un soporte para abrir la puerta del castillo y dar la bienvenida al Rey.

Lo tenía, pero por alguna razón, lo había descuidado abandonándolo. Es por ello que, a pesar de mis esfuerzos, no lograba abrir la puerta. Como los niños, que necesitan ser levantados para alcanzar el pestillo.

Al haber retirado ese apoyo de mi vida, me sentía desanimada  y melancólica últimamente, como Sansón sin fuerza, a pesar de tener como él, el pelo largo.

¿Qué hacer? Sencillo: recuperar el soporte, retomar la oración como mi tocaya sugería. 

Eso voy haciendo poco a poco. Además de retomar la lectura diaria de la Biblia y conversar  con el Padre, empleo  diversos “brazos” que he descubierto a lo largo de mi vida, similares a la ayuda que  los niños reciben para alcanzar lugares altos: en este momento, estoy entusiasmada escuchando las conferencias de Juan Manuel Cotelo, las cuales me ayudan a reflexionar a la par que me hacen reír.  También he retomado otras escuchas anteriores, como “Rezando Voy”. Como dice alguna lectura de las leídas, voy mezclando, fusionando, lo antiguo con lo nuevo.

Dos por uno, con ambos soportes, (folios y oración), voy notando mejoría en el cuello y en mi alma.

 

 

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miércoles, 17 de enero de 2024

ORAR Y AMAR POR LA UNIDAD ECUMÉNICA

 Mañana comienza la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos de distintas denominaciones. Ocasión excepcional para que se reavive para todo el año esa oración y trabajo por el “ut omnes unum sint…”, (“que todos sean uno…”).

Aquí te ofrezco unos textos (y experiencias) para renovar la intensidad en vivir la Palabra de Vida de enero, que, además, es el lema de la Semana de Oración por la unidad («Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», Lc 10, 27):

 


 

CONSTRUIR PUENTES DE PAZ

 

En ocasiones, habrá que ser valientes, romper esquemas y rutinas, sorprender, poner más corazón. No nos bastan las relaciones frías de mutuo respeto. La paz es mucho más, fruto siempre de la unidad y el amor que ponemos.

 

MANOLO MORALES, O.S.A., Comentario al Pasapalabra diario del 15 enero

 

 

 

 

REZAR POR LOS HERMANOS EN DIFICULTAD

 

Hay muchos hermanos y hermanas que se encuentran en dificultades. Ya sea cerca de nosotros o en todo el mundo.

Pienso sobre todo en las víctimas de las guerras, de las tragedias y catástrofes naturales. Siento compasión por todos ellos, pero desde el punto de vista material, muy poco puedo hacer.

La oración es la ayuda más importante que puedo ofrecer. Conozco su poder y la uso para llevar mi ayuda concreta a cada persona en dificultad.

Cuando rezo, me uno a millones de personas que hacen lo mismo. Y Dios escucha el unísono de nuestras voces y actúa a través de aquellos que pueden llegar eficazmente a estas personas.

Un día entenderemos cómo funciona la economía divina en lo que respecta a la oración. Su poder no tiene límites porque llega al corazón de Dios.

 

APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra diario del 17 enero

 

 

 

 

PRESERVAR CONCRETAMENTE LA CREACIÓN

 

Amar a Dios. Este amor se manifiesta de muchas maneras. Podemos expresar nuestro amor a Dios con alabanzas, con ritos, con ofrendas de sacrificios, pero también con amor concreto a nuestro prójimo.

La frase de hoy nos invita a expresar nuestro amor a Dios a través del cuidado de la creación, de la naturaleza. Sí, esto también es una expresión de amor hacia Dios. Después de todo, es Su Creación.

Cuando salvaguardamos el medio ambiente, estamos demostrando nuestro amor al Creador. Al mismo tiempo, estamos mostrándole nuestro agradecimiento por este inmenso regalo que es la Creación. Y de la cual somos parte.

Hoy, tratemos de amar a Dios salvaguardando la naturaleza que nos rodea, porque a través de ella, Él también expresa Su Providencia para todos nosotros.

 

APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra diario del 17 enero

 

 

 

 

 

UN DON QUE VIENE DE LO ALTO

 

"La obra del restablecimiento de la unidad, que requiere nuestra energía y nuestro esfuerzo, es en cualquier caso infinitamente superior a nuestras posibilidades. La unidad con Dios y con nuestros hermanos y hermanas es un don que viene de lo alto, que brota de la comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que en ella se incrementa y se perfecciona" 

 

BENEDICTO XVI, Homilía durante el rezo de Vísperas en la fiesta de la conversión de san Pablo como conclusión de la Semana de Oración para la unidad de los cristianos, 25 enero 2008

 

 

 

 

 

SOMOS IGUALES: EL SEÑOR NOS SALVÓ

A TODOS EN EL BAUTISMO

 

Es fácil olvidarse de la igualdad fundamental que existe entre nosotros: que en el principio todos éramos esclavos del pecado y el Señor nos salvó en el bautismo, llamándonos hijos suyos. Es fácil pensar que la gracia espiritual que se nos ha dado es una propiedad nuestra, algo que nos corresponde y nos pertenece

Es un pecado grave reducir o despreciar los dones que el Señor ha dado a otros hermanos, creyendo que así son menos privilegiados de Dios. Si pensamos así, dejamos que la misma gracia recibida se convierta en una fuente de orgullo, injusticia y división…

…reconocer con humildad que las bendiciones recibidas no son nuestras por derecho, sino por un don, y que nos han sido dadas para que las compartamos con los demás…

…tenemos que reconocer el valor de la gracia concedida a otras comunidades cristianas. Como consecuencia, nuestro deseo será el de participar en los dones de los demás. Un pueblo cristiano renovado y enriquecido por este intercambio de dones será un pueblo capaz de caminar con paso firme y confiado por el camino que conduce a la unidad…

 

PAPA FRANCISCO, Homilía en las Vísperas por el inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, Basílica de San Pablo Extramuros, 18 enero 2019

 

 

 

 

COMÚN PERTENENCIA A CRISTO

 

…los cristianos pertenecientes a una confesión ya no consideran a los demás cristianos como enemigos o extranjeros, sino que ven en ellos a hermanos y hermanas. Por otra parte, hoy se tiende a sustituir incluso el uso de la expresión hermanos separados por términos más adecuados para evocar la profundidad de la comunión -ligada al carácter bautismal- que el Espíritu alimenta a pesar de las roturas históricas y canónicas. Se habla de «otros cristianos», de «otros bautizados», de «cristianos de otras Comunidades». De otras «Iglesias o Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con la Iglesia católica». La conciencia de la común pertenencia a Cristo se profundiza. Lo he podido constatar personalmente muchas veces, durante las celebraciones ecuménicas que constituyen uno de los eventos importantes de mis viajes apostólicos por las diversas partes del mundo, o en los encuentros y celebraciones ecuménicas realizados en Roma. La «fraternidad universal» de los cristianos se ha convertido en una firme convicción ecuménica

 

S. JUAN PABLO II, Carta Encíclica “Ut unum sint”, n. 48, mayo 1995


martes, 16 de enero de 2024

AMAR EN VISTAS A LA UNIDAD

 VIDA DE LA PALABRA                          primeras semanas de ENERO


 

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de enero («Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», Lc 10, 27) y la de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18):

 1.-        El día de la Epifanía, viniendo yo de comer en fraternidad con una comunidad de consagrados, en el parque contiguo a la parroquia veo a unos papás caminando medio agachados con los hijos que iban en sus bicicletitas, (seguramente recién estrenadas). Animadamente comento primero a ella: “el regalo de Reyes es ilusión para los niños, pero ‘deslome’ para los padres”. Se me quedó mirando de reojo y no sé si me entendió bien. Aunque quedé cortado por si los había molestado, (y precisamente por ello), metros más adelante le dije al (supongo) marido casi lo mismo, (iba con otro niño un poquitín mayor también aprendiendo a montar en bici); intenté ser todavía más amable y sonriente diciendo ese “chascarrillo”. Me contestó educadamente un “buenas tardes”.

            Días después, una feligresa habitual me dice muy contenta: “mi hijo y su familia quedaron muy agradados contigo el otro día: ¡qué cura tan amable y simpático!”. Yo no sabía a qué se refería. Después de sus explicaciones deduje que, (yo ni me acordaba), debían ser aquellos: no sé si se me conocían, (mi bufanda cubría el alzacuellos), o se lo imaginaron viendo que me dirigía directo a la parroquia.

 

2.-        En el vuelo de vuelta, tras embarcar, a mitad de pasillo me saluda la azafata que estaba allí como hace con todo el mundo. Para mi sorpresa, (y agrado), me dice, (activa y enérgica, a la par que muy amable): “¡buenas tardes, padre!”. No sé cómo lo supo, pues al embarcar noté mucho calor y me desabroché y quité el alzacuellos.

            A mitad del viaje, fui al servicio en el fondo del avión. Al salir, al lado estaba esa azafata con otra mucho más joven y de nuevo me saludó e intercambiamos unos comentarios intrascendentes. Ella acababa o iniciaba cada frase con un “padre”.

            De pronto, la otra azafata comenta: “¿puedo pedirle algo?”. Me quedé muy perplejo, sin saber por dónde podría salir: “¡claro!; lo que quieras”. Y a bocajarro dice medio en secreto: “¿me puede confesar?”. “¡Por supuesto!”. Sin mediar palabra, la azafata mayor sonríe, corre un poco la media cortinilla y se marcha discretamente. Fue un rato arduo de conversación. La gente que iba y venía del servicio pasaba muy cerca de nosotros, sin imaginar que era un momento de verdadera Gracia. Al final, ya casi empezando el descenso, le di la absolución y quedamos contentísimos los tres y con la promesa de que algún día vendrán a visitarme en la parroquia.

 

3.-        Con perspectiva de la Semana de Oración por la Unidad, no hace mucho, asistí a una misa anglicana, (después de escuchar un tema ecuménico sabio, profundo y muy aquilatado, dado conjuntamente por un sacerdote católico alemán y otro anglicano inglés). Fue impresionante poder alabar y glorificar todos como bautizados al mismo Dios, (Padre, Hijo y Espíritu Santo), y escuchar su misma Palabra en las lecturas bíblicas, tras las cuales, (en silencio), todos hicimos un “pacto” de dejar que el Resucitado vaya haciendo mayor unidad en nosotros y entre nosotros. Era “comulgar” con la misma Palabra y con el mismo Cristo Abandonado.

Emocionante luego el ofertorio y el Padre nuestro juntos.

            Imagino que también recíprocamente, para los anglicanos habría sido lo mismo el día previo y el siguiente cuando estuvieron en nuestra Misa católica.

            Pero unos y otros, un día y otro, el momento más intenso de la respectiva celebración, se convertía en el de mayor dolor (asumido por amor) al no concelebrar y al no poder acercarnos a recibir la misma comunión, sino, con los brazos cruzados sobre el pecho, simplemente, (nada más, pero nada menos de momento), recibir una bendición impartida por los de la otra denominación cristiana. Era un momento sacro, emocionante, vivido en el amor a Jesús Crucificado y Abandonado, (“¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”), que precisamente “pagó” ese terrible “precio” del abandono para nuestra unidad con Dios y entre todos nosotros. Aunque todo el día vivíamos muy en comunión, todavía no podemos comulgar del mismo pan y del mismo cáliz.

            Ese día, después de aquella vivencia matinal con ellos, por la tarde, cuando concelebré la Misa católica me emocioné profundamente, como valorando más lo que yo tenía y sintiendo más el dolor de ellos. Y pidiendo más al Padre para que se acelere el mayor acercamiento de todos a Dios-Trinidad que nos permita ir también acercándonos entre nosotros.

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de enero («Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», Lc 10, 27), la de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18) y la de noviembre («Pues todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas», 1 Ts 5, 5):

 1.-        “muchas gracias por tus palabras, porque en confesión siempre ayudan mucho y alivian más todavía. 

Respecto a mi experiencia sobre la PdV de amor al prójimo, se basa en la reunión con la familia en Navidad, sintiendo amor, armonía... sintiendo al Niño presente y, a la vez, dándome cuenta de que en esa misma mesa hay personas con notables ausencias, y en ese momento me ponía en el lugar de ellos y trataba de hacerles sentir lo mejor posible. Me doy realmente cuenta que lo importante es el vivir que Dios está siempre con nosotros.

 

2.-        “me ha encantado lo que mandaste del Papa, que no lo había leído...

La Palabra de Vida, como   ocurre siempre... es fantástica. Desde el primer momento sientes como si fuera una mano maravillosa que te pone en el camino acertado y con alegría. Hoy he estado profundizando en ella con otra hermana y comentando cómo la tratamos de vivir y te llegan luces por todas partes.

La compasión..., cómo me llama a mirar al hermano con misericordia, ternura y donación... Esto me viene a la mente cuando veo una oportunidad de servir a una hermana en algo concreto o a alguien que me pida ayuda...

Cómo me ayuda la expresión "La vida es lo que te sucede en el momento presente..." ¡Qué riqueza tiene el momento presente...! Un gran regalo que Dios nos hace muchas veces al día. Yo percibo que, si estoy en una actitud de amar, se suceden las oportunidades de decirle una y otra vez a Jesús "por Ti". ES LO QUE MANTIENE MI VIDA...

Doy gracias a Dios por tanto que me da y a través de personas como tú... “Dios le pague a Dios”, como decía un amigo mío. Sí, Dios te pague. Rezo por la mejoría de tu madre.

 

 

 

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lunes, 1 de enero de 2024

DOBLE FACETA DE UN ÚNICO MANDAMIENTO

 PALABRA DE VIDA                                         enero 2024

 


«Amarás al Señor tu Dios…

y a tu prójimo como a ti mismo»

(Lc 10, 27)

La Semana de oración por la unidad de los cristianos[1] ofrece este año como motivo de reflexión la frase arriba citada, cuyo origen se encuentra en el Antiguo Testamento (Dt 6, 4-5; Lv 19, 18). En su camino hacia Jerusalén, Jesús es interceptado por un doctor de la ley que le pregunta: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» (Lc 10, 25). Así se abre un diálogo, y Jesús responde preguntando a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley?» (Lc 10, 26), lo que suscita la respuesta en su interlocutor: el amor a Dios y el amor al prójimo en su conjunto se consideran la síntesis de la Ley y los Profetas.

 

«Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo».

 

«Y ¿quién es mi prójimo?», continúa el doctor de la ley. El Maestro responde relatando la parábola del buen samaritano. No enumera los distintos tipos de personas que pueden representar al prójimo, sino que describe la actitud de profunda compasión que debe animar cualquier acción nuestra. Somos nosotros mismos quienes debemos hacernos prójimos de los demás.

La pregunta que hemos de hacernos es: «Y yo ¿de quién soy prójimo?».

Tal como hizo el samaritano, debemos preocuparnos de los hermanos cuyas necesidades conocemos, dejarnos arrastrar hasta el fondo a las situaciones que se presentan, sin ningún temor, con un amor que se preocupe de ayudar, sostener y alentar a todos.

Es necesario ver en la otra persona a otro yo, y hacer a la otra persona lo que nos haríamos a nosotros mismos. Es lo que se llama la «regla de oro», que encontramos en todas las religiones. Gandhi la explica de un modo eficaz: «Tú y yo somos un todo. No puedo hacerte daño sin herirme»[2].

 

«Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo».

 

«Si permanecemos indiferentes o resignados ante las necesidades del prójimo, tanto en el plano de los bienes materiales como en el de los bienes espirituales, no podemos decir que amamos al prójimo como a nosotros mismos. No podemos decir que lo amamos como lo amó Jesús. En una comunidad que quiera inspirarse en el amor que Jesús nos enseñó, no puede haber lugar para las desigualdades, los desniveles, la marginación ni la negligencia. […] Mientras veamos en nuestro prójimo a un extraño, a aquel que perturba nuestra tranquilidad o desbarata nuestros planes, no podemos decir que amamos a Dios con todo el corazón»[3].

 

«Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo».

 

La vida es lo que te sucede en el momento presente. Darnos cuenta de quien pasa a nuestro lado, saber escuchar al otro puede abrirnos horizontes interesantes y desencadenar iniciativas insospechadas.

Así le sucedió a Victoria:

«En la iglesia, me impresionó la hermosa voz de una mujer africana sentada a mi lado. Me dio alegría y la animé a unirse al coro de la parroquia. Nos paramos a hablar. Es una religiosa de Guinea Ecuatorial que está de paso por Madrid. En su congregación recogen a recién nacidos, niños y niñas abandonados, y los acompañan hasta la edad adulta mediante estudios universitarios o enseñando un oficio. Su taller de sastrería está bien montado, pero no hay suficientes máquinas de coser.

»Me ofrezco a ayudarla a encontrar más máquinas fiándome de Jesús, segura de que nos escucha y me empuja a amar sin escatimar.

»Un amigo mío conoce a un artesano que se alegra de participar en esta cadena de amor. Se encarga de reparar ocho máquinas de coser y encuentra además una máquina planchadora. Una pareja de amigos se ofrece a llevarlas hasta Madrid cambiando su lugar de vacaciones y recorriendo casi 1.000 kilómetros. Así, las «máquinas de la esperanza» llegan hasta Malabo a través de un largo viaje por tierra y por mar. ¡En Guinea no se lo creen! Sus mensajes muestran toda su gratitud».

 

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de vida

 

 



[1] Esta se celebra en todo el hemisferio boreal del 18 al 25 de enero, y en el hemisferio austral, en la semana de Pentecostés. Los textos de la oración de este año están preparados por un equipo ecuménico de Burkina Faso.

[2] C. Lubich, El arte de amar, Ciudad Nueva, Madrid 2006, p. 19.

[3] C. Lubich, Palabra de vida, noviembre 1985, en Ead., Palabras de vida/1 (1943-1990) (ed. F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 357-358.